Tuesday, 07 de May de 2024


+ PRI-Pacto, atrapados, sin salidas + Crisis política si gana PRI en julio




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Si el Pacto por México fue visto por el PRI como un instrumento de negociación para las reformas estructurales, en el PRI tienen ya los suficientes elementos para saber que ese acuerdo convirtió la primera mayoría del tricolor en la segunda fuerza por debajo de la alianza PAN-PRD.

Se trataría de una maniobra similar a la de 1997 cuando el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y la oposición PAN-PRD-PT-PVEM creó el Grupo de los Cuatro para a la primera minoría del PRI en la oposición. Sólo que a diferencia de aquel año, hoy la oposición tiene una agenda de reforma política estructural alternativa a la institucional.

 

 

Aunque hubiera disensos entre el PAN y el PAN con sus bancadas en el Senado, de todos modos el PRI parece haber quedado atrapado en una pinza muy fuerte: de un lado, los partidos que han condicionado el Pacto no tanto a elecciones limpias sino a la derrota del PRI; de otro, las bancadas panista y perredista en la cámara alta con una propuesta de reforma del régimen para llevarlo a un semiparlamentarismo con presidencialismo subordinado y controlado.

 

 

El PRI aparece fragmentado --que no fracturado-- en tres grupos: la conducción directa del presidente Enrique Peña Nieto, el partido dirigido por César Camacho y las bancadas bajo el liderazgo del diputado Manlio Fabio Beltrones. Como el Pacto ha sido marcado como la prioridad de corto plazo, las bancadas tricolores parecen haberse auto marginado, en tanto que el PRI carece de margen de maniobra propio bajo las directrices del presidente de la república.

 

 

El problema parece ser un sector priísta sin malicia para la política, cuando los priístas se sabían mover no tanto en la realidad sino en los escenarios de la apariencia que solían ser los más reales. Las bancadas del PAN y del PRD en el Senado actúan como si no existiera bancada del PRI. Y el diputado Beltrones, que llegó a negociar agendas que parecían imposibles de consolidar e inclusive de conducir políticamente la reforma del Estado durante los dos sexenios panistas, ahora está a la espera de que las cosas se aclaren dentro de la propia coalición priísta dominante.

 

 

En el contexto de colocación de arañas inmovilizadoras al margen de maniobra de PRI se deben leer las declaraciones por separado del presidente nacional del PAN, Gustavo Madero, a Proceso y las de Agustín Acosta Naranjo, del PRD, en La Crónica por sus elogios sorprendentes al presidente Peña Nieto. Pero más que un reconocimiento, en algunos sectores priístas se ha hecho una lectura política y se asumen como una maniobra para ir acotando el priísmo partidista del presidente de la república de cara a las elecciones legislativas y municipales y la de gobernador en Baja California en julio próximo.

 

 

Por lo pronto, los dirigentes nacionales del PAN y del PRD han enfriado la movilidad del Pacto y lo han colocado como moneda de cambio electoral: si el PRI quiere seguir con el Pacto, entonces tendrá que perder las elecciones; si gana, no será necesario probar el fraude porque los dos dirigentes de oposición han ganado la batalla conceptual y mediática del fraude electoral.

 

 

Lo que se analiza en ciertos sectores priístas es el destino del Pacto; si hubiera habido estrategia política electoral, entonces el PRI debió de haber congelado el Pacto poco antes del inicio formal de las elecciones de este año para evitar que el PRD y el PAN lo tomaran como rehén. Asimismo, el PRI debió también de haber abierto una negociación paralela con las bancadas del PAN y del PRD en el Senado para disminuir la condicionalidad electoral del Pacto.

 

 

Al jugar sin estrategia, el PRI, el Pacto y los planes presidenciales quedaron atrapados en la pinza PAN-PRD y bancadas panista y perredista en el Senado con intenciones de una reforma ahora sí de fondo del régimen para despriízar el régimen. Ante esa operación política de ingeniería sistémica, las bancadas priístas en las dos cámaras aparecen no ausentes sino inexistentes en el plan de vuelo del PRI en la presidencia de la república. Y estos nuevos equilibrios se verán cuando las bancadas opositoras en el Senado y los partidos de oposición decidan cambiar el cronograma de las reformas contenidas en el Pacto para priorizar las políticas y posponer las económicas y hacendarias.

 

 

Si no hay decisión en el bloque priísta-presidencial esta semana para retomar la iniciativa política, la conducción del Pacto y los equilibrios políticos a través de un activismo real de las bancadas en el congreso, el destino del Pacto y de la agenda presidencial de reformas quedará atado como piedra al cuello de la viabilidad sexenal. Si el PRI llegara a ganar posiciones hoy en poder de la oposición en situaciones adversas porque gobernadores opositores realizan elección de Estado contra el PRI, es obvio que ya no habrá reformas sino quejas.

 

 

Por falta de malicia para entender al panista Gustavo Madero y al perredista Jesús Zambrano y para analizar los comportamientos de las bancadas del PAN y del PRD en el Senado más allá de la percepción de ruptura entre las bancadas y sus partidos, el PRI quedó atrapado en la condicionalidad político-electoral del Pacto. Y lo peor de todo es que al final de cuentas el Pacto ayudó a fortalecer la alianza PAN-PRD para las elecciones de julio próximo.

 

 

La única forma que tiene el PRI para romper con el juego de la oposición radica en la posibilidad de retomar la iniciativa política, la agenda de las reformas y sobre todo replantear el cronograma desde su papel de primera fuerza legislativa, pero algo está ocurriendo en la coalición dominante priísta porque no se advierten articulaciones entre el PRI, la política presidencial y las bancadas legislativas.

 

 

La duda sobre la existencia del pacto radica en una pregunta: ¿qué harán PAN y PRD si el PRI gana las elecciones de julio y recupera posiciones sin muchas impugnaciones en los tribunales y Madero y Zambrano hacen depender su permanencia en sus partidos con la ruptura de acuerdos?

 

 

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